Bicicletas y cerezas en el Estado Libre

Por Cathy Gatland en Clarens, Estado Libre, Sudáfrica

El fin de semana pasado fuimos en coche a la pequeña ciudad de Clarens, en las estribaciones de las montañas Maluti, conocida como "refugio de artistas", ya que muchos viven allí o la visitan con regularidad. Al parecer, también es un paraíso para los moteros, ya que las dos veces que hemos estado, estas enormes máquinas rugientes y palpitantes nos han seguido y adelantado durante todo el trayecto y, una vez en el pueblo, han aparcado fuera de los pubs y restaurantes mientras los moteros vestidos de cuero, con tachuelas, borlas y tatuajes se arremolinan en la acera y ocupan las mesas no muy lejos de sus queridas bestias. 

Primero intenté dibujar la carretera que se acercaba, pero me pareció un poco estresante y decidí relajarme y disfrutar del paisaje, pero hice un garabato rápido en una "parada" en Harrismith. Debe ser uno de los lugares más bonitos de S.A. para repostar y tomar un café y un tentempié: rosales y flores por todas partes con montañas de arenisca como telón de fondo.

En Clarens, a última hora de la tarde y en la Cervecería para tomar un refresco, me puse a dibujar unas esculturas de alambre en la ventana, cuando llegaron más moteros y pude verlos a través de la puerta. Descubrí que era, de hecho, el fin de semana de Harley-Davidson en Clarens, y que los Steel Wings recaudan fondos para los huérfanos del sida y otras organizaciones benéficas. Parecían perfectamente simpáticos y normales una vez que te ponías a charlar (mi marido charlaba mientras yo dibujaba) a pesar de los trajes bastante intimidantes.

El sábado hice un boceto en una boda - un encargo y el objetivo principal de nuestro viaje - aunque es halagador que me lo pidan, eso da miedo... mucha más presión que elegir el tema y que funcione, o no. ¡Todavía estoy trabajando en eso!

Este fin de semana se celebra el festival anual de la cereza en la cercana Ficksburg; nos lo perdemos, pero nos encantó encontrar cubos de esta fruta perfecta y brillante que se vendía en el borde de la plaza del pueblo, y los vendedores de cerezas estaban encantados de que los atrajeran si compraba su mercancía, cosa que hice en abundancia.

Los ruidos de los tubos de escape me alertaron de que había otro grupo de motoristas desayunando al otro lado de la plaza, así que encontré un lugar detrás de la fila de motos e hice otro boceto mientras mi marido miraba el cricket en el interior antes de que se marcharan, y nos dirigimos más tranquilamente, de vuelta a la ciudad,